Soriano, Juan "Retrato de Mario Alonso"

Mario Alonso Ostolaza nació en la ciudad de Durango, el año de 1912. Su familia perteneció a las familias acomodadas duranguenses. Su padre, el doctor Luis Alonso, médico notable, al triunfo de Madero fue electo gobernador del estado. El matrimonio Alonso perdió su fortuna tras la muerte del presidente y,...
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Mario Alonso Ostolaza nació en la ciudad de Durango, el año de 1912. Su familia perteneció a las familias acomodadas duranguenses. Su padre, el doctor Luis Alonso, médico notable, al triunfo de Madero fue electo gobernador del estado. El matrimonio Alonso perdió su fortuna tras la muerte del presidente y, posteriormente al fallecimiento del padre, la familia emigró a la Ciudad de México, en 1927. Cursando la preparatoria creyó encontrar vocación para estudiar Química, sin embargo, el dibujo y la pintura son intereses definitivos que echan raíces fácilmente en el renacimiento cultural que vivió la ciudad. Al tiempo entabla amistad con los fundadores del movimiento [muralista]: Dr. Atl y Montenegro. Gracias a la vasta cultura de ambos, se familiariza no solo con la pintura occidental, sino también con la pintura de China y Japón, con nuestras artes populares y con el arte prehispánico. Ya estando en la Universidad muy rara vez muestra lo que dibuja, a veces ni siquiera las servilletas de papel que garabatea en la mesa del café. De pronto, deja ver una acuarela trabajada minuciosamente, con rostros, figuras y vegetales resueltos con líneas y colores inesperados. El trazo a tinta china es de una ternura feroz. Quien ve sus obras, no las olvida. No se parece a ninguno de los grandes pintores del momento. Es de una personalidad desconcertante. José Juan Tablada, uno de los amigos íntimos con quien comparte tantos gustos, escribe en un artículo aparecido el mes de junio de 1936 sobre las pinturas y dibujos del joven de 24 años: “...acaso el más profundo de la moderna pléyade”. 5. LA EMOCIÓN DE MARIO ALONSO CARLOS PELLICER (1897-1977). AMISTAD Y MEMORIA Ese mismo año, expone unas cuantas cosas en la Galería de Arte Mexicano. Algunas obras suyas se reproducen en las revistas “Letras de México”, “Revista de revistas” y “Mexican Life”. Finalmente, en 1940, la célebre exposición “20 siglos de arte mexicano”, exhibe en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, una obra de Mario Alonso. Cuando su obra comienza a difundirse, Mario recoge lo poco que ha salido de su estudio y lo guarda para nunca más exhibirlo. Son poquísimos los amigos que pudieron llegar a su casa y menos aún los que lograron que Mario abriera las puertas de la consola donde guardaba celosamente su trabajo. Entre estos últimos privilegiados estuvimos nosotros: mis papás, mi tío Carlos, mi hermano y yo. En tres o cuatro ocasiones, logramos que Mario, con cierto malestar, pero mayor gusto, sacara algunas de las carpetas que guardaba en aquella misteriosa cómoda. Mario no tuvo interés en mostrar su pintura. Su personalidad, muy influida por el pensamiento oriental – taoísmo, budismo zen – lo llevó a ese retiro voluntario. Él, mejor que nadie, juzgaba su obra. Sabía su valor y – paradoja zen – su novalor. Quiso ser libre, como Chuang-tze, libre en la grandeza insignificante de todo ser humano. Después de meses de padecer estoicamente una enfermedad, esperó a la muerte, lleno de agradecimiento al Dios que le permitió vivir, como su querido López Velarde: “La formidable vida de todas y de todos”. Murió en la Ciudad de México el 8 de junio de 1989, al día siguiente de cumplir 77 años. CARLOS PELLICER (1897-1977). AMISTAD Y MEMORIA Unos años después de su fallecimiento, su hermana Yolanda tuvo como voluntad que la colección completa de la obra de Mario quedara bajo mi custodia. La colección consta de más de 1,300 piezas. Se conservan también gran cantidad de manuscritos. Espero que pronto se pueda dar a conocer esta obra y se conserve siempre reunida para el disfrute público. Carlos Pellicer López

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